Ataqué A PRUEBA DE BOMBA, de Emily Giffin, después de mi anterior pequeña decepción, porque no me podía creer que esta autora (que me había gustaba tanto), hubiera escrito un muermo como aquel. Vale, todos tenemos derecho a equivocarnos, por eso le dí una oportunidad a esta historia, tras la que había ido bastante tiempo.
Primero llega el amor. Después, el matrimonio. Y luego... ¿la maternidad? ¿No es esto lo que todas las mujeres desean? Desde luego no Claudia Parr, y justo cuando ya ha desesperado de encontrar a un hombre que piense lo mismo conoce al cálido, maravilloso Ben. Las cosas parecen demasiado buenas para ser ciertas: se han enamorado y han decidido romper con la tradición de "no hay matrimonio que sobreviva sin hijos, eso en el caso de que sobreviva". Pero entonces lo inesperado sucede: uno de ellos ha cambiado de opinión. Uno de ellos, después de todo, quiere tener hijos...

Esta historia habla sobre lo que ocurre en la pareja perfecta cuando ambos dejan de querer lo mismo. Sobre estar seguro del tipo de vida que llevas y de repente darte cuenta de que nada es como pensabas que debía ser, y que no existe compromiso posible. Es sobre decidir qué es más importante en la vida y aprovechar las oportunidades para obtenerlo. Pero, sobre todo, es sobre las cosas que hacemos ­o que no hacemos­ por amor.
Ahhhhhhhhhh... Mucho mejor.

Sí, porque además me lo leí en una semana, todo un récord si tenemos en cuenta la escasez de tiempo que sufro últimamente (de hecho, el Domingo pasado creo que no hice otra cosa que no fuera devorar páginas y páginas hasta acabarlo).

Me ha gustado mucho la historia porque me siento plenamente identificada con Claudia en cuanto a su forma de pensar con respecto a los hijos: sus razones son casi las mismas que manejo yo en mi cabecita. Por fin parece que hay más mujeres en el mundo que no están ansiosas por tener descendencia, que no es algo tan raro. Que es algo que pasa, pero que a lo mejor no se dice tan abiertamente por miedo a no sonar natural...

Al margen del tema que se trata, la forma de narrar (que era lo que me preocupaba) me ha parecido estupenda. Esta vez la autora no se solaza en analizar todos y cada uno de los gestos, pensamientos y sentimientos de los protagonistas, sino que deja que haya una dinámica adecuada a lo largo de todo el libro, parándose donde debe y extendiéndose lo justo, de una manera -a mi parecer- bastante correcta y atractiva de cara al lector. Con una fluidez natural vamos viviendo lo que sucede en la vida de Claudia, sin recrearnos en detalles nimios como ocurrió con el otro libro; simplemente hacermos una parada en lo esencial para dar el paso siguiente.

Es decir: tanto el ritmo como la narración me han parecido muy amenos.

En cuanto a la historia en sí, ésta parte del matrimonio de Claudia y Ben, que se casan, además de porque se gustan porque comparten una idea sobre los hijos poco común. De hecho, esa peculiaridad es uno de los pilares principales de su matrimonio. Sin embargo, un fuerte I.P. (equivalente masculino del I.M.) sacude la vida de Ben, que simplemente se plantea que igual está equivocado en cuanto al tema de la descendencia, en lo que a mí me parece un arrebato transitorio patrocinado por Nenuco (or whatever). Un cambio de parecer tan radical -que no estamos hablando de teñirse el pelo- acaba con el contrato matrimonial de Claudia y Ben, por lo que ellos mismos pasan al siguiente nivel: ¿y ahora qué? Separados, cada uno busca lo que quiere, Claudia en sus trece y Ben con su nueva forma de ver la vida.

Como voy a recomendar esta lectura, no daré más pistas sobre la trama... De verdad creo que es una historia que merece la pena leer, ya que no es una historia de amor convencional, sino que tiene en cuenta bastante más aspectos que vivimos día a día. Es decir, me parece muy real y precisamente ahí radica su encanto. Dadle una oportunidad, no os arrepentiréis.
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